Ahocada por su propio
filo y el desorden
que nunca es presa, es
trmpa del orden, su ingenua
intención de encerrar
en un vaso el océano.
Si se dieran lugar
cediendo como la voz
a la lengua y ésta
al misterio aunque alce
ladrillitos, casa o
nido de intimidad
donde se entienden, uno
a otro así debidos
lo pequeño y lo infinito.
La balanza siempre está
a la vista, allí,
en la risa de un niño
o en el llanto o en el trino
de lo que muere y nace
y sobre todo ¡buen
día! aquí, en la mano
tendida. Intentamos
con la ley poner coto,
afán desmesurado
de ser donde perdemos
nuestro ser por jerarquía.
Está bien, si inmantada
por la fe nos uniera
la vara de esta ley
que separa y ordena,
sostenidos por otro
nos ponemos de pie,
no es la propia boca
aquello que queremos,
sino la intuición
de que lo propio vuelve
sólo desde lo ajeno.
La mañana de invierno
acuna, la palabra
saciada en el silencio
habla, pero no si antes
no pasa por el trueque:
¡lindo día!, ¿un mate?,
hasta la vuelta, siempre.
Diana Bellessi.
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