Bien sé que para siempre: donde caí
No hay perdón o letra de rescate.
Mas fui, cuando viví, la sal de la tierra,
La flor azul, el cetro de escarlata.
Aquí, aun condenado, no he olvidado,
Ni muerto estoy siquiera: vuelvo a ser yo,
En la sangre de mujer que, ardiente, pide
Ese modo de amar que fue el mío.
José Saramago.
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