Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías caracolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo,
te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
Pablo Neruda.
martes, 24 de marzo de 2015
20
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda.
19
Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.
Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena. cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.
Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
Pablo Neruda.
18
Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Éste es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaja de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.
Pablo Neruda.
17
Pensando enredando sombras en la profunda soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.
Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes,
enterrando lámparas.
Campanario de brumas, qué lejos, allá arriba!
Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombrías,
molinero taciturno,
se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.
Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa.
Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti.
Mi vida antes que nadie, mi áspera vida.
El grito frente al mar, entre las piedras,
corriendo libre, loco, en el vaho del mar.
La furia triste, el grito, la soledad del mar.
Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.
Tú, mujer, ¿qué eras allí, qué raya, qué varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora.
¡Incendio en el bosque! Arde en cruces azules.
Arde, arde, llamea, chispea en árboles.
Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.
Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
¿Quién llama? ¿Qué silencio poblado de ecos?
¡Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad,
hora mía entre todas!
Bocina en que el viento pasa cantando.
Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo.
¡Sacudida de todas las raíces,
asalto de todas las olas!
Rodaba, alegre, triste, interminable, mi alma.
Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad.
¿Quién eres tú? ¿Quién eres?
Pablo Neruda.
16
En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero.
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.
La lámpara de mi alma de sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios,
oh segadora de mi canción de atardecer,
cómo te sienten mía mis sueños solitarios!
Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.
En la red de mi música estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.
Pablo Neruda.
15
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llenas del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estas como distante.
Y estas como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estas como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Pablo Neruda.
14
Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos
en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
Pablo Neruda.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
¿Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuánto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos
en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
Pablo Neruda.
13
He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.
Pablo Neruda.
12
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las caracolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Pablo Neruda.
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las caracolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Pablo Neruda.
11
Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca.
Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
a veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta.
Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.
Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos.
Es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.
Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el rocío.
Pablo Neruda.
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca.
Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
a veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta.
Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.
Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos.
Es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.
Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el rocío.
Pablo Neruda.
10
Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
Entre qué gentes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.
Pablo Neruda.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
Entre qué gentes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.
Pablo Neruda.
9
Ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.
Pablo Neruda.
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.
Pablo Neruda.
8
Abeja blanca zumbas - ebria de miel - en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse a tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!
Pablo Neruda.
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse a tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!
Pablo Neruda.
7
Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.
Pablo Neruda.
6
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi ser ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Pablo Neruda.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi ser ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Pablo Neruda.
lunes, 23 de marzo de 2015
5
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú me oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda.
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú me oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.
Pablo Neruda.
domingo, 15 de marzo de 2015
4
Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles. orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.
Pablo Neruda.
3
Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
Como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mi estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.
Pablo Neruda.
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
Como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mi estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.
Pablo Neruda.
2
En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
del círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben las flores, y llena es de tristeza.
Pablo Neruda.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
del círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben las flores, y llena es de tristeza.
Pablo Neruda.
miércoles, 11 de marzo de 2015
1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
Pablo Neruda.
lunes, 16 de febrero de 2015
VIEJA LUNA
Me protegen tus brazos del invierno.
Bajo su amparo tierno
Dejo pasar las horas en letargo
Triste y largo.
Siento que toda cosa me es amada,
Que de la claridad estoy acompañada.
Amo hasta el mal que hiere:
¡Piedad para el que muere!
Alfonsina Storni.
DULCE Y SOMBRÍO
¿Dónde estás ahora? Eras tan dulce, niño
De los cabellos rubios y los ojos de acero...
Niño que a pesar mío fuiste mi prisionero,
¡Oh, mi pálido niño!
Tan humilde era el beso que besaba mis plantas,
Con tan honda delicia, con tan límpida queja,
Que a medida que el tiempo va pasando y se aleja
Lo desean mis plantas.
Te quedabas callado en las tardes de oro
Cuando un libro en las manos nos ponía tristeza,
Y luego en mis rodillas caída tu cabeza
Como un copo de oro.
Entonces de tu alma ascendían perfumes
Hasta el alma cansada que agobiaba mi pecho...
¡Oh, tu alma... tan fresca como rama de helecho!
Ascendía en perfumes.
Niño que yo adoraba... Oh tus lágrimas blancas
Que regaban copiosas la palabra imposible,
Fui tu hermana discreta, niño triste y sensible
De las lágrimas blancas.
Como a ti no amé a nadie, niño dulce y sombrío
Que lloraste en mis brazos mi desvío prudente.
Te amará mi recuerdo inacabablemente,
Niño dulce y sombrío.
Alfonsina Storni.
EL DIVINO AMOR
Te ando buscando, amor que nunca llegas,
Te ando buscando, amor que te mezquinas,
Me aguzo por saber si me adivinas,
Me doblo por saber si te me entregas.
Las tempestades mías, andariegas,
Se han aquietado sobre un haz de espinas;
Sangran mis carnes gotas purpurinas
Porque a salvarte, oh niño, te me niegas.
Mira que estoy de pie sobre los leños,
Que a veces bastan unos pocos sueños
Para encender la llama que me pierde.
Sálvame, amor, y con tus manos puras
Trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.
Alfonsina Storni.
Te ando buscando, amor que te mezquinas,
Me aguzo por saber si me adivinas,
Me doblo por saber si te me entregas.
Las tempestades mías, andariegas,
Se han aquietado sobre un haz de espinas;
Sangran mis carnes gotas purpurinas
Porque a salvarte, oh niño, te me niegas.
Mira que estoy de pie sobre los leños,
Que a veces bastan unos pocos sueños
Para encender la llama que me pierde.
Sálvame, amor, y con tus manos puras
Trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.
Alfonsina Storni.
domingo, 15 de febrero de 2015
PAZ
Vamos hacia los árboles... El sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.
Alfonsina Storni.
PESO ANCESTRAL
Tú me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.
Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca... Más veneno
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.
Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo;
Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso.
Alfonsina Storni.
DATE A VOLAR
Anda, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos,
La pulpa muerde en fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquello...
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.
Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti...
Pero se hace la noche, no te apures...
Todas traen a mí...
Alfonsina Storni.
SUBCONCIENCIA
Has hablado, has hablado y me he dormido,
Pero duermo y no duermo, porque siento
Que estoy bajo el supremo pensamiento:
Vivo, viviré siempre y he vivido.
Has hablado, has hablado y he caído
En un marasmo... cede hasta el aliento.
Tiempo atrás, en las sombras, me he perdido:
Estoy ciega. No tengo sentimiento.
Como el espacio soy, como el vacío,
Es una sombra todo el cuerpo mío
Y puedo como el humo levantarme:
Oigo soplos etéreos... sobrehumanos...
Sujétame a la tierra con tus manos,
Que si el viento se mueve ha de llevarme.
Alfonsina Storni.
EL HOMBRE SOMBRÍO
Altivo ése que pasa, miradlo al hombre mío.
En sus manos se advierten orígenes preclaros.
No le miréis la boca porque podéis quemaros,
No le miréis los ojos, pues moriréis de frío.
Cuando va por los llanos tiembla el cauce del río,
Las sombras de los bosques se convierten en claros,
Y al cruzarlos, soberbio, jugueteando a disparos,
Las fieras se acurrucan bajo su aire sombrío.
Ama a muchas mujeres, no domina su suerte,
En una primavera lo alcanzará la muerte
Coronado de pámpanos, entre vinos y fruta.
Mas mi mano amiga, que destrona sus galas,
Donde aceros tenía le mueve un brote de alas
Y llora como el niño que ha extraviado la ruta.
Alfonsina Storni.
ESPERA
He de darte las manos, espera, todavía
Está llena la tierra del murmullo del día.
La bóveda celeste no deja ver ninguna
De sus estrellas... duerme en los cielos de luna.
He de darte las manos, pero aguarda, que ahora
Todo piensa y trabaja -la vida es previsora-
Pero el corazón mío se esconde solitario,
Desconsolado y triste por el bullicio diario.
Hace falta que todo lo que se mueve cobre
Una vaga pereza, que el esfuerzo zozobre,
Que caiga sobre el mundo un tranquilo descanso,
Un medio todo dulce, consolador y manso.
Espera... dulcemente, balsámica de calma,
Se llegará la noche, yo te daré las manos,
Pero ahora lo impiden esos ruidos mundanos;
Hay luz en demasía, no puedo verte el alma.
Alfonsina Storni.
HOMBRE PEQUEÑITO
Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora.
No me pidas más.
Alfonsina Storni.
ALLÁ EN EL CENTRO DEL MAR
Allá en el centro del mar, allá en los confines
Donde nacen los vientos, donde el sol
Sobre las aguas doradas se demora;
Allá en el espacio de fuentes y verdor,
De mansos animales, de tierra virgen,
Donde cantan las aves naturales:
Amor mío, mi isla descubierta,
Es de lejos, de la vida naufragada,
Que descanso en las playas de tu vientre,
Mientras lentamente las manos del viento,
Pasando sobre el pecho y las colinas,
Alzan olas de fuego en movimiento.
José Saramago.
HORA
Voy por el camino extendido, bajo la luz difusa
Del largo amanecer: el sol no falta
Al encuentro fijado en el silencio
De la noche que se aparta.
La certeza del sol, la madrugada,
Mi cuerpo de tierra, descubierto
En esta rosa dorada que de la muerte
Trae la vida tan cerca.
José Saramago.
AQUÍ LA PIEDRA CAE
Aquí la piedra cae con sonido distinto
Porque el agua es más densa, porque el fondo
Se asienta firmemente en los arcos
Del horno de la tierra.
Aquí se refleja el sol y roza la superficie
Una rojiza canción que el viento esparce.
Desnudos, en la orilla, encendemos convulsos
La hoguera más alta.
Nacen aves en el cielo, los peces brillan,
Toda la sombra se fue, ¿qué más nos falta?
José Saramago.
NOCHE BLANCA
Sirio brilla en lo alto. Sobre el río
El silencio del fondo se difunde.
Las columnas doradas que sostienen
La tierra luminosa, como estatuas sagradas,
Son llamaradas de agua.
Dos sombras perdidas en la hoguera,
Dos murmullos de pena.
Esta hora es nocturna y verdadera:
Sirio juzga desde lo alto, mientras las sombras,
Entre asombro y miseria confundidas,
Se callan para oír en las aguas serenas
La palabra y el canto.
José Saramago.
El silencio del fondo se difunde.
Las columnas doradas que sostienen
La tierra luminosa, como estatuas sagradas,
Son llamaradas de agua.
Dos sombras perdidas en la hoguera,
Dos murmullos de pena.
Esta hora es nocturna y verdadera:
Sirio juzga desde lo alto, mientras las sombras,
Entre asombro y miseria confundidas,
Se callan para oír en las aguas serenas
La palabra y el canto.
José Saramago.
jueves, 12 de febrero de 2015
BAJO TUS MIRADAS
Es bajo tus miradas donde nunca zozobro;
Es bajo tus miradas tranquila donde cobro
Propiedades de agua; donde río, parlera,
cubriéndome de flores como la enredadera.
Es bajo tus miradas azules donde sobro
Para el duelo; despierto sueños nuevos y obro
Con tales esperanzas, que parece me hubiera
Un deseo exquisito dictado Primavera:
Tener el alma fresca, limpia; ser como el lino
Que es blanco y huele a hierbas. Poseer el divino
Secreto de la risa; que la boca bermeja
Persista hasta el silencio postrero, bella, fuerte,
¡Y libe en la corola suprema de la Muerte
Con su última abeja!
Alfonsina Storni.
SILENCIO
Un día estaré muerta, blanca como la nieve,
Dulce como los sueños en la tarde que llueve.
Un día estaré muerta, fría como la piedra,
Quieta como el olvido, triste como la hiedra.
Un día habré logrado el sueño vespertino,
El sueño bien amado donde acaba el camino.
Un día habré dormido con un sueño tan largo
Que ni tus besos puedan avivar el letargo.
Un día estaré sola, como está la montaña
Entre el lago desierto y el mar que la baña.
Será una tarde llena de dulzuras celestes,
Con pájaros que callan, con tréboles agrestes.
La primavera rosa, como un labio de infante,
Entrará por las puertas con su aliento fragante.
La primavera rosa me pondrá en las mejillas
- ¡La primavera rosa! - dos rosas amarillas...
La primavera dulce, la que me puso rosas
Encarnadas y blancas en las manos sedosas.
La primavera dulce que me enseñara a amarte,
La primavera misma que me ayudó a lograrte.
¡Oh la tarde postrera que imagino yo muerta
Como ciudad en ruinas, milenaria y desierta!
¡Oh la tarde como esos silencios de laguna
Amarillos y quietos bajo el rayo de luna!
¡Oh la tarde embriagada de armonía perfecta:
¡Cuán amarga es la vida! Y la muerte ¡qué recta!
La muerte justiciera que nos lleva al olvido
Como el pájaro errante lo acogen en el nido...
Y caerá en mis pupilas una luz bienhechora,
La luz azul celeste de la última hora.
Una luz tamizada que bajando del cielo
Me pondrá en las pupilas la dulzura de un velo.
Una luz tamizada que ha de cubrirme toda
Con su velo impalpable como un velo de boda.
Una luz que en el alma musitará despacio:
La vida es una cueva, la muerte es el espacio.
Y que ha de deshacerme en calma lenta y suma
Como en la playa de oro se deshace la espuma.
Oh, silencio, silencio... esta tarde es la tarde
En que la sangre mía ya no corre ni arde.
Oh, silencio, silencio... en torno de mi cama
Tu boca bien amada dulcemente me llama.
Oh, silencio, silencio, que tus besos sin ecos
Se pierden en mi alma temblorosos y secos.
Oh, silencio, silencio, que la tarde se alarga
Y pone sus tristezas en tú lágrima amarga.
Oh, silencio, silencio, que se callen las aves.
Se adormecen las flores, se detienen las naves.
Oh, silencio, silencio, que una estrella ha caído
Dulcemente a la tierra, dulcemente y sin ruido.
Oh, silencio, silencio, que la noche se allega
Y en mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega.
Oh, silencio, silencio... que el Silencio me toca.
Y me pega los ojos, y me apaga la boca.
Oh, silencio, silencio... que la calma destilan
Mis manos cuyos dedos lentamente se afilan...
Alfonsina Storni.
Dulce como los sueños en la tarde que llueve.
Un día estaré muerta, fría como la piedra,
Quieta como el olvido, triste como la hiedra.
Un día habré logrado el sueño vespertino,
El sueño bien amado donde acaba el camino.
Un día habré dormido con un sueño tan largo
Que ni tus besos puedan avivar el letargo.
Un día estaré sola, como está la montaña
Entre el lago desierto y el mar que la baña.
Será una tarde llena de dulzuras celestes,
Con pájaros que callan, con tréboles agrestes.
La primavera rosa, como un labio de infante,
Entrará por las puertas con su aliento fragante.
La primavera rosa me pondrá en las mejillas
- ¡La primavera rosa! - dos rosas amarillas...
La primavera dulce, la que me puso rosas
Encarnadas y blancas en las manos sedosas.
La primavera dulce que me enseñara a amarte,
La primavera misma que me ayudó a lograrte.
¡Oh la tarde postrera que imagino yo muerta
Como ciudad en ruinas, milenaria y desierta!
¡Oh la tarde como esos silencios de laguna
Amarillos y quietos bajo el rayo de luna!
¡Oh la tarde embriagada de armonía perfecta:
¡Cuán amarga es la vida! Y la muerte ¡qué recta!
La muerte justiciera que nos lleva al olvido
Como el pájaro errante lo acogen en el nido...
Y caerá en mis pupilas una luz bienhechora,
La luz azul celeste de la última hora.
Una luz tamizada que bajando del cielo
Me pondrá en las pupilas la dulzura de un velo.
Una luz tamizada que ha de cubrirme toda
Con su velo impalpable como un velo de boda.
Una luz que en el alma musitará despacio:
La vida es una cueva, la muerte es el espacio.
Y que ha de deshacerme en calma lenta y suma
Como en la playa de oro se deshace la espuma.
Oh, silencio, silencio... esta tarde es la tarde
En que la sangre mía ya no corre ni arde.
Oh, silencio, silencio... en torno de mi cama
Tu boca bien amada dulcemente me llama.
Oh, silencio, silencio, que tus besos sin ecos
Se pierden en mi alma temblorosos y secos.
Oh, silencio, silencio, que la tarde se alarga
Y pone sus tristezas en tú lágrima amarga.
Oh, silencio, silencio, que se callen las aves.
Se adormecen las flores, se detienen las naves.
Oh, silencio, silencio, que una estrella ha caído
Dulcemente a la tierra, dulcemente y sin ruido.
Oh, silencio, silencio, que la noche se allega
Y en mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega.
Oh, silencio, silencio... que el Silencio me toca.
Y me pega los ojos, y me apaga la boca.
Oh, silencio, silencio... que la calma destilan
Mis manos cuyos dedos lentamente se afilan...
Alfonsina Storni.
lunes, 9 de febrero de 2015
¡OH, TÚ!
Oh tú, que me subyugas. ¿Por qué has llegado tarde?
¿Por qué has venido ahora cuando el alma no arde,
Cuando rosas no tengo para hacerte con ellas
Una alegre guirnalda salpicada de estrellas?
Oh, tú, de la palabra dulce como el murmullo
Del agua de la fuente, dulce como el arrullo
De la torcaza, dulce como besos dormidos
Sobre dos manos pálidas protectoras de nidos.
Oh tú, que con tus manos puedes tomar mi testa
Y hacerle brotar flores como un árbol en fiesta
Y hacer que entre mis labios se arquee la sonrisa
Como un cielo nublado que de pronto se irisa.
¿Por qué has llegado tarde? ¿Por qué has venido ahora
Cuando he sido vencida por llama destructora,
Cuando he sido arrasada por el fuego divino
Y voy, cegada y triste, por un negro camino?
Yo quiero, Dios de dioses, que me hagan nueva toda.
Que me tejan con lirios; me sometan a poda
Las manos del Misterio; que me resten maleza.
Tus labios no se hicieron para curar tristeza.
Para tus labios, agua de una pureza suma.
Para tus labios, copas de cristal y la espuma
Blanquísima de un alma que no sepa de abejas
Ni de mieles, ni sepa de las flores bermejas.
Para tus manos, esas que nunca amortajaron;
Para tus ojos, esos, los que nunca lloraron;
Para tus sueños, sueños como cisnes de oro;
Para que tus pupilas persiguieran mis rastros.
Bienvenida la muerte que al sorberme me dieras;
Bienvenido tu fuego que agosta primaveras;
Bienvenido tu fuego que mata los rosales:
Que todas las corolas se acerquen a tus males.
Oh, tú, a quien idolatro por sobre la existencia,
Oh, tú, por quien deseo renovada mi esencia
¿Por qué has llegado ahora cuando no he de lograr
El divino suplicio de verme deshojar?...
Alfonsina Storni.
¿Por qué has venido ahora cuando el alma no arde,
Cuando rosas no tengo para hacerte con ellas
Una alegre guirnalda salpicada de estrellas?
Oh, tú, de la palabra dulce como el murmullo
Del agua de la fuente, dulce como el arrullo
De la torcaza, dulce como besos dormidos
Sobre dos manos pálidas protectoras de nidos.
Oh tú, que con tus manos puedes tomar mi testa
Y hacerle brotar flores como un árbol en fiesta
Y hacer que entre mis labios se arquee la sonrisa
Como un cielo nublado que de pronto se irisa.
¿Por qué has llegado tarde? ¿Por qué has venido ahora
Cuando he sido vencida por llama destructora,
Cuando he sido arrasada por el fuego divino
Y voy, cegada y triste, por un negro camino?
Yo quiero, Dios de dioses, que me hagan nueva toda.
Que me tejan con lirios; me sometan a poda
Las manos del Misterio; que me resten maleza.
Tus labios no se hicieron para curar tristeza.
Para tus labios, agua de una pureza suma.
Para tus labios, copas de cristal y la espuma
Blanquísima de un alma que no sepa de abejas
Ni de mieles, ni sepa de las flores bermejas.
Para tus manos, esas que nunca amortajaron;
Para tus ojos, esos, los que nunca lloraron;
Para tus sueños, sueños como cisnes de oro;
Para que tus pupilas persiguieran mis rastros.
Bienvenida la muerte que al sorberme me dieras;
Bienvenido tu fuego que agosta primaveras;
Bienvenido tu fuego que mata los rosales:
Que todas las corolas se acerquen a tus males.
Oh, tú, a quien idolatro por sobre la existencia,
Oh, tú, por quien deseo renovada mi esencia
¿Por qué has llegado ahora cuando no he de lograr
El divino suplicio de verme deshojar?...
Alfonsina Storni.
SI LA MUERTE QUISIERA
I
Tú como yo, viajero, en un día cualquiera
Llegamos al camino sin elegir acera.
Nos pusimos un traje como el que llevan todos
Y adquirimos sus aspectos, sus costumbres, sus modos.
Hemos andado mucho, sujetados por riendas
Invisibles, los ojos fatigados de vendas.
Tenemos en las manos un poco de cicuta,
Perdimos de la lengua el sabor de la fruta
Y sabemos que un día seremos olvidados
Por la vida, viajero, totalmente borrados.
Y tú y yo conocimos las selvas olorosas...
Y tú y yo no atinamos jamás a cortar rosas.
II
¿Sabes, viajero? Tarde voy haciendo proyectos.
De tentar nuevos rumbos desandando trayectos.
Tengo sed tan salvaje que me quema la boca
Y ansío beber agua que brote de la roca.
Persigo las corrientes para bañar la piel,
Alimentarme quiero de rosas y de miel,
Dormir sobre los musgos, ignorar la palabra,
Y tener dos amigos: un cisne y una cabra.
Si a mi fresco retiro te allegaras un día
Tu viejo escepticismo quizá me encontraría
Sentada bajo el árbol de la Sabiduría.
III
Oh, viajero, viajero, conversa con la Muerte
Y dile que no impida mi camino, de suerte
Que me allegue a la roca, que conozco la gruta,
Que retorne a mis labios el sabor de la fruta.
Oh, viajero, viajero, conversa con la Muerte
Y dile que me deje cortar flores, de suerte
Que mis manos se vean bellamente cubiertas
Por capullos de rosas y por rosas abiertas.
Como ella me dejara, lentamente, viajero,
Coronada de mirtos, bajo sol agorero,
Emprendería marchas hacia el nuevo sendero.
Alfonsina Storni.
Tú como yo, viajero, en un día cualquiera
Llegamos al camino sin elegir acera.
Nos pusimos un traje como el que llevan todos
Y adquirimos sus aspectos, sus costumbres, sus modos.
Hemos andado mucho, sujetados por riendas
Invisibles, los ojos fatigados de vendas.
Tenemos en las manos un poco de cicuta,
Perdimos de la lengua el sabor de la fruta
Y sabemos que un día seremos olvidados
Por la vida, viajero, totalmente borrados.
Y tú y yo conocimos las selvas olorosas...
Y tú y yo no atinamos jamás a cortar rosas.
II
¿Sabes, viajero? Tarde voy haciendo proyectos.
De tentar nuevos rumbos desandando trayectos.
Tengo sed tan salvaje que me quema la boca
Y ansío beber agua que brote de la roca.
Persigo las corrientes para bañar la piel,
Alimentarme quiero de rosas y de miel,
Dormir sobre los musgos, ignorar la palabra,
Y tener dos amigos: un cisne y una cabra.
Si a mi fresco retiro te allegaras un día
Tu viejo escepticismo quizá me encontraría
Sentada bajo el árbol de la Sabiduría.
III
Oh, viajero, viajero, conversa con la Muerte
Y dile que no impida mi camino, de suerte
Que me allegue a la roca, que conozco la gruta,
Que retorne a mis labios el sabor de la fruta.
Oh, viajero, viajero, conversa con la Muerte
Y dile que me deje cortar flores, de suerte
Que mis manos se vean bellamente cubiertas
Por capullos de rosas y por rosas abiertas.
Como ella me dejara, lentamente, viajero,
Coronada de mirtos, bajo sol agorero,
Emprendería marchas hacia el nuevo sendero.
Alfonsina Storni.
NO SIEMPRE LA MISMA RIMA
Acorazado en la piel
No soy yo sino apariencia
Y si me rasgo y me muestro
Ni así soy evidencia
Que todos mis aciertos
Son cartas de paciencia
Baraja caída al suelo
Levantada sin prudencia
En la mesa verdinegra
Hay un juego de demencia
Corto robo arrastro
Del otro lado una ausencia
Así jugaba y perdía
Que perder es una ciencia
A la que uno se habitúa
Sin temor ni violencia
Ahora que el viento arrastra
Las cartas y sus fantasmas
Quedaron mis manos libres
Amanece abro ventanas
José Saramago.
TENGO EL ALMA QUEMADA
Tengo el alma quemada
Por saliva de sapo
Fingiendo que descubro
Tapo
La palabra me infecta
Bajo la piel de apariencia
Pongo remedio seguro
Paciencia
En este mal no se vive
Pero tampoco se muere
Cuando el ave no vuela
Corre
Quien no llega a las estrellas
Las puede ver desde la tierra
Quien no tiene voz para el canto
Berrea
José Saramago.
EL POEMA ES UN CUBO DE GRANITO
El poema es un cubo de granito,
Mal tallado, rugoso, insaciable.
Raspo con él la piel y la negra pupila,
Y sé que por delante
Tengo un rastro de sangre que me espera
En el camino de los perros,
En vez de primavera.
José Saramago.
Mal tallado, rugoso, insaciable.
Raspo con él la piel y la negra pupila,
Y sé que por delante
Tengo un rastro de sangre que me espera
En el camino de los perros,
En vez de primavera.
José Saramago.
CAMINÁBAMOS SOBRE LAS AGUAS
Caminábamos sobre las aguas como los dioses,
Y fuimos dioses.
Trazaron nuestras manos todo el arco del cielo,
Y los trazos allí quedaron.
Miramos hoy la obra, cansados arquitectos:
No son nuestros los techos.
José Saramago.
YO LUMINOSO NO SOY
Yo luminoso no soy. Ni sé que exista
Un pozo más remoto, y habitado
Por ciegas criaturas, por historias y asombros.
Si en el fondo del pozo, que es el mundo
Secreto e intratable de las aguas interiores,
Una rueda de cielo ondulado se ensancha,
Digamos que es el mar: como el rápido canto
O sólo el eco, dibuja en el vacío irrespirable
El movimiento de alas. El musgo es un silencio,
Y las culebras de agua se pliegan en el cielo,
Mientras lentas las aves se recogen.
José Saramago.
QUE VENGAN FINALMENTE
Que vengan finalmente las altas alegrías,
Las ardientes auroras, las noches calmas,
Que venga la paz deseada, la armonía,
Y el rescate del fruto, y la flor de las almas.
Que vengan, amor mío, porque estos días
Son de muerte cansada,
De rabias y agonías
Y nada.
José Saramago.
QUIEN DICE TIEMPO
Quien dice tiempo dice lugar
Decir hoy es lo mismo que
Decir aquí donde estamos
Cuando el porqué es porque
Por eso hoy adelanto
Mar hondo futuro monte
En el punto del mañana
La hora del horizonte
Esta certidumbre me viene
De la incertidumbre de los pasos
De los desórdenes del tiempo
De los brazos en otros abrazos
Porque el tiempo y el lugar
No eran ayer entonces
Eran circuitos en torno
Y husos de confusión
Aun el aquí de este ahora
Es de momento parcela
Del lugar cierto y de la hora
Que en el lugar se revela
Por eso hoy adelanto
Mar hondo futuro monte
La hora del mañana
En el punto del horizonte
José Saramago.
Decir hoy es lo mismo que
Decir aquí donde estamos
Cuando el porqué es porque
Por eso hoy adelanto
Mar hondo futuro monte
En el punto del mañana
La hora del horizonte
Esta certidumbre me viene
De la incertidumbre de los pasos
De los desórdenes del tiempo
De los brazos en otros abrazos
Porque el tiempo y el lugar
No eran ayer entonces
Eran circuitos en torno
Y husos de confusión
Aun el aquí de este ahora
Es de momento parcela
Del lugar cierto y de la hora
Que en el lugar se revela
Por eso hoy adelanto
Mar hondo futuro monte
La hora del mañana
En el punto del horizonte
José Saramago.
jueves, 5 de febrero de 2015
TRANSFUSIÓN
La vida tuya sangre mía abona
Y te amo a muerte, te amo; si pudiera
Bajo los cielos negros te comiera
El corazón con dientes de leona.
Antes de conocerte era ladrona
Y ahora soy menguada prisionera.
¡Cómo luce de bien mi primavera!
¡Cómo brilla en tu frente mi corona!
Sangre que es mía en tus pupilas arde
Y entre tus labios pone cada tarde
Las uvas dulces con que Pan convida.
Y en tanto; flor sin aire, flor en gruta,
Me exprimo toda en ti como una fruta
Y entre tus manos se me va la vida.
Alfonsina Storni.
TÚ ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea.
Tú me quieres blanca.
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuales milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques;
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
De quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
Alfonsina Storni.
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea.
Tú me quieres blanca.
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuales milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques;
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
De quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
Alfonsina Storni.
PRESENTIMIENTO
Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
Purifica y consume.
Pero sin una queja, sin asomo de horror,
Para acabarme quiero que una tarde sin nubes,
Bajo el límpido sol,
Nazca de un gran jazmín una víbora blanca
Que dulce, dulcemente, me pique el corazón.
Alfonsina Storni.
miércoles, 4 de febrero de 2015
ASÍ
Hice el libro así:
Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí.
Mariposa triste, leona cruel,
Di luces y sombra todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
cómo pude un día mariposa ser.
Cuando mariposa jamás me pensé
Que pudiera un día zarpar o morder.
Encogida a ratos y a saltos después
Sangraron mi vida y a sangre maté.
Sé que, ya paloma, pesado ciprés.
O mata florida, lloré y más lloré.
Ya probando sales, ya probando miel,
Los ojos lloraron a más no poder.
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien,
Ser rosa o espina, ser néctar o hiel.
Así voy a curvas con mi mala sed
Podando jardines de todo jaez.
Alfonsina Storni.
Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí.
Mariposa triste, leona cruel,
Di luces y sombra todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
cómo pude un día mariposa ser.
Cuando mariposa jamás me pensé
Que pudiera un día zarpar o morder.
Encogida a ratos y a saltos después
Sangraron mi vida y a sangre maté.
Sé que, ya paloma, pesado ciprés.
O mata florida, lloré y más lloré.
Ya probando sales, ya probando miel,
Los ojos lloraron a más no poder.
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien,
Ser rosa o espina, ser néctar o hiel.
Así voy a curvas con mi mala sed
Podando jardines de todo jaez.
Alfonsina Storni.
CLAROR LUNAR
Lirios, lirios, más lirios..., llueven lirios...
La noche es blanca como la ilusión
y flota la dulzura del perdón
sobre el llanto de todos los martirios.
Hay una vaga claridad de cirios...
La luna es una hostia en comunión
y el alma se recoge con unción
castigada por todos los delirios.
Y es bajo el claro de la luna suave
cuando el poeta que medita sabe
las tristezas enormes de Pierrot.
Y cuando le asesina la agonía
de las nostalgias blancas de María
y las nostalgias rojas de Margot.
Alfonsina Storni.
La noche es blanca como la ilusión
y flota la dulzura del perdón
sobre el llanto de todos los martirios.
Hay una vaga claridad de cirios...
La luna es una hostia en comunión
y el alma se recoge con unción
castigada por todos los delirios.
Y es bajo el claro de la luna suave
cuando el poeta que medita sabe
las tristezas enormes de Pierrot.
Y cuando le asesina la agonía
de las nostalgias blancas de María
y las nostalgias rojas de Margot.
Alfonsina Storni.
LO INACABABLE
No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores...
El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!
Alfonsina Storni.
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores...
El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!
Alfonsina Storni.
VIDA
Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.
Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.
El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.
Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.
Alfonsina Storni.
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.
Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.
El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.
Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.
Alfonsina Storni.
LA INQUIETUD DEL ROSAL
El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que las plantas morirán de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.
Alfonsina Storni.
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que las plantas morirán de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.
Alfonsina Storni.
EN LA ISLA A VECES HABITADA
En la isla a veces habitada de lo que somos, hay
noches, mañanas y madrugadas en las que no
necesitamos morir.
Entonces sabemos todo lo que fue y será.
El mundo aparece explicado definitivamente y
nos invade una gran serenidad, y se dicen las
palabras que la significan.
Levantamos un puñado de tierra y lo apretamos
entre las manos.
Con dulzura.
Ahí se encierra toda la verdad soportable: el
contorno, el deseo y los límites.
Podemos decir entonces que somos libres, con la
paz y la sonrisa de quien se reconoce y viajó
infatigable alrededor del mundo, porque
mordió el alma hasta sus huesos.
Liberemos lentamente la tierra donde ocurren
milagros como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es de momento la vida.
Que eso nos baste.
José Saramago.
noches, mañanas y madrugadas en las que no
necesitamos morir.
Entonces sabemos todo lo que fue y será.
El mundo aparece explicado definitivamente y
nos invade una gran serenidad, y se dicen las
palabras que la significan.
Levantamos un puñado de tierra y lo apretamos
entre las manos.
Con dulzura.
Ahí se encierra toda la verdad soportable: el
contorno, el deseo y los límites.
Podemos decir entonces que somos libres, con la
paz y la sonrisa de quien se reconoce y viajó
infatigable alrededor del mundo, porque
mordió el alma hasta sus huesos.
Liberemos lentamente la tierra donde ocurren
milagros como el agua, la piedra y la raíz.
Cada uno de nosotros es de momento la vida.
Que eso nos baste.
José Saramago.
domingo, 1 de febrero de 2015
SI ALGUIEN LLAMA A TU PUERTA
Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.
Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.
Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.
Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.
Gabriel García Márquez.
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.
Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.
Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.
Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.
Gabriel García Márquez.
CARTA DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera.
Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría "Te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuánto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y tratalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y la sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuánto te importan.
Gabriel García Márquez.
Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría "Te quiero" y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuánto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y tratalos bien, toma tiempo para decirles "lo siento", "perdóname", "por favor", "gracias" y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y la sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuánto te importan.
Gabriel García Márquez.
HACE ALGÚN TIEMPO
Hace algún tiempo
fuimos todas las películas de amor mundiales,
todos los árboles del infierno.
Viajábamos en trenes que unían nuestros cuerpos
a la velocidad del deseo.
Como siempre, la lluvia caía en todas partes.
Hoy nos encontramos en la calle.
Ella estaba con su marido y su hijo;
éramos el gran anacronismo del amor,
la parte pendiente de un montaje absurdo.
Parece una ley: todo lo que se pudre
forma una familia.
Fabián Casas.
fuimos todas las películas de amor mundiales,
todos los árboles del infierno.
Viajábamos en trenes que unían nuestros cuerpos
a la velocidad del deseo.
Como siempre, la lluvia caía en todas partes.
Hoy nos encontramos en la calle.
Ella estaba con su marido y su hijo;
éramos el gran anacronismo del amor,
la parte pendiente de un montaje absurdo.
Parece una ley: todo lo que se pudre
forma una familia.
Fabián Casas.
AUSENCIA
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges.
que aún ahora es tu espejo
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges.
AHOCADA
Ahocada por su propio
filo y el desorden
que nunca es presa, es
trmpa del orden, su ingenua
intención de encerrar
en un vaso el océano.
Si se dieran lugar
cediendo como la voz
a la lengua y ésta
al misterio aunque alce
ladrillitos, casa o
nido de intimidad
donde se entienden, uno
a otro así debidos
lo pequeño y lo infinito.
La balanza siempre está
a la vista, allí,
en la risa de un niño
o en el llanto o en el trino
de lo que muere y nace
y sobre todo ¡buen
día! aquí, en la mano
tendida. Intentamos
con la ley poner coto,
afán desmesurado
de ser donde perdemos
nuestro ser por jerarquía.
Está bien, si inmantada
por la fe nos uniera
la vara de esta ley
que separa y ordena,
sostenidos por otro
nos ponemos de pie,
no es la propia boca
aquello que queremos,
sino la intuición
de que lo propio vuelve
sólo desde lo ajeno.
La mañana de invierno
acuna, la palabra
saciada en el silencio
habla, pero no si antes
no pasa por el trueque:
¡lindo día!, ¿un mate?,
hasta la vuelta, siempre.
Diana Bellessi.
filo y el desorden
que nunca es presa, es
trmpa del orden, su ingenua
intención de encerrar
en un vaso el océano.
Si se dieran lugar
cediendo como la voz
a la lengua y ésta
al misterio aunque alce
ladrillitos, casa o
nido de intimidad
donde se entienden, uno
a otro así debidos
lo pequeño y lo infinito.
La balanza siempre está
a la vista, allí,
en la risa de un niño
o en el llanto o en el trino
de lo que muere y nace
y sobre todo ¡buen
día! aquí, en la mano
tendida. Intentamos
con la ley poner coto,
afán desmesurado
de ser donde perdemos
nuestro ser por jerarquía.
Está bien, si inmantada
por la fe nos uniera
la vara de esta ley
que separa y ordena,
sostenidos por otro
nos ponemos de pie,
no es la propia boca
aquello que queremos,
sino la intuición
de que lo propio vuelve
sólo desde lo ajeno.
La mañana de invierno
acuna, la palabra
saciada en el silencio
habla, pero no si antes
no pasa por el trueque:
¡lindo día!, ¿un mate?,
hasta la vuelta, siempre.
Diana Bellessi.
lunes, 12 de enero de 2015
MEJOR CALLADOS
¿Y si los huesos crujiesen cuando los gritos
Dentro de la sangre negra se amordazan?
¿Y si los ojos aullasen cuando la lágrima
Gruesa de sal amarga rasga la piel?
¿Y si las uñas convertidas en navajas
Abriesen diez caminos de desquite?
¿Y si los versos doliesen masticados
Entre dientes que muerden el vacío?
(¿Más preguntas, amor? Mejor callados.)
José Saramago.
Dentro de la sangre negra se amordazan?
¿Y si los ojos aullasen cuando la lágrima
Gruesa de sal amarga rasga la piel?
¿Y si las uñas convertidas en navajas
Abriesen diez caminos de desquite?
¿Y si los versos doliesen masticados
Entre dientes que muerden el vacío?
(¿Más preguntas, amor? Mejor callados.)
José Saramago.
MAÑANA
Altos los troncos, y en lo alto los cantos:
La hora de la mañana, en nosotros nacida,
Cubre de azul y verde el gesto simple
Con que me das, serena, tu vida.
Confianza de manos, de ojos calmos,
Donde la sombra de la pena y del llanto
Como la noche del bosque se retira:
Altos los troncos, y en lo alto los cantos.
José Saramago.
La hora de la mañana, en nosotros nacida,
Cubre de azul y verde el gesto simple
Con que me das, serena, tu vida.
Confianza de manos, de ojos calmos,
Donde la sombra de la pena y del llanto
Como la noche del bosque se retira:
Altos los troncos, y en lo alto los cantos.
José Saramago.
ESTRELLAS POCAS
Decirte rosa, aurora o agua suelta,
¿Qué otra cosa es sino palabras atrapadas
En el desecho de las lenguas y de las bocas?
Los misterios apenas son lo que parecen,
O no llegan palabras a decirlos:
En la hondura del espacio estrellas pocas.
José Saramago.
¿Qué otra cosa es sino palabras atrapadas
En el desecho de las lenguas y de las bocas?
Los misterios apenas son lo que parecen,
O no llegan palabras a decirlos:
En la hondura del espacio estrellas pocas.
José Saramago.
TIEMPO DE CRISTAL
Mi camino de chopos, apuntado
Al secreto del huevo y las raíces,
O vara de cristal en manos de fuego
Y grito de barquero a la madrugada:
Larga fue la jornada, y muchas aguas
Fueron charcos parados, cuando ríos
Las fuentes, que eran mías, prometían.
Y barcos encallados se perdieron.
Asentada en la tierra, como campana,
Tañe la vidriera del cielo y nace el mundo:
aguas vivas, libres, ojos de aves
Son las formas del sol en el huevo abierto,
Van navegando los barcos, y las raíces
Firmes en la roca los troncos alimentan:
Bajan brillando al fondo la vara y el fuego
Y el tiempo de cristal sube hasta nosotros.
José Saramago.
Al secreto del huevo y las raíces,
O vara de cristal en manos de fuego
Y grito de barquero a la madrugada:
Larga fue la jornada, y muchas aguas
Fueron charcos parados, cuando ríos
Las fuentes, que eran mías, prometían.
Y barcos encallados se perdieron.
Asentada en la tierra, como campana,
Tañe la vidriera del cielo y nace el mundo:
aguas vivas, libres, ojos de aves
Son las formas del sol en el huevo abierto,
Van navegando los barcos, y las raíces
Firmes en la roca los troncos alimentan:
Bajan brillando al fondo la vara y el fuego
Y el tiempo de cristal sube hasta nosotros.
José Saramago.
CUANDO LOS DEDOS DE ARENA
Cuando los dedos de arena se deshacen,
La dureza de la piedra sólo es memoria
Del gesto inacabado.
Azul de cielo y verde de alga honda,
Veo la playa del mundo, fresca y lisa,
Y el rostro dibujado.
José Saramago.
La dureza de la piedra sólo es memoria
Del gesto inacabado.
Azul de cielo y verde de alga honda,
Veo la playa del mundo, fresca y lisa,
Y el rostro dibujado.
José Saramago.
FLOR DE CACTUS
Flor de cactus, flor que se ha arrancado
A la sequedad del suelo.
Ahí era el desierto, la piedra dura,
La sed y la soledad.
Sobre la palma de espinos, triunfante,
¿Flor, o corazón?
José Saramago.
A la sequedad del suelo.
Ahí era el desierto, la piedra dura,
La sed y la soledad.
Sobre la palma de espinos, triunfante,
¿Flor, o corazón?
José Saramago.
ES TAN HONDO EL SILENCIO
Es tan hondo el silencio entre las estrellas.
Ni el son de la palabra se propaga,
Ni el canto de las aves milagrosas.
Pero allá, entre las estrellas, donde somos
Un astro recreado, es donde se oye
El íntimo rumor que abre las rosas.
José Saramago.
Ni el son de la palabra se propaga,
Ni el canto de las aves milagrosas.
Pero allá, entre las estrellas, donde somos
Un astro recreado, es donde se oye
El íntimo rumor que abre las rosas.
José Saramago.
DESPACIO, VOY BAJANDO
Despacio, voy bajando entre corales.
Abro, disuelvo el cuerpo: fuentes mías
De aguas blancas, secretas, reunidas
Al rocío de las rosas escondidas.
José Saramago.
Abro, disuelvo el cuerpo: fuentes mías
De aguas blancas, secretas, reunidas
Al rocío de las rosas escondidas.
José Saramago.
AL INFIERNO, SEÑORES
Al infierno, señores, al infierno de los hombres,
Donde no hay hogueras, sino desiertos.
Venid todos conmigo, hermanos o enemigos,
A ver si poblamos esta ausencia
Llamada soledad.
Y tú, claro amor, palabra nueva,
Que tu mano no suelte mi mano.
José Saramago.
Donde no hay hogueras, sino desiertos.
Venid todos conmigo, hermanos o enemigos,
A ver si poblamos esta ausencia
Llamada soledad.
Y tú, claro amor, palabra nueva,
Que tu mano no suelte mi mano.
José Saramago.
TODAVÍA AHORA ES LA MAÑANA
Todavía ahora es la mañana, y ya los vientos
sosiegan en el cielo. Poco a poco,
La niebla antigua y densa se levanta.
Rubicundo, el sol abre un camino
En la plata nublada de estas aguas.
Es la mañana, amor mío, la noche huye,
Y en la miel de tus ojos oscurece
Y lo amargo de las sombras y de las penas.
José Saramago.
sosiegan en el cielo. Poco a poco,
La niebla antigua y densa se levanta.
Rubicundo, el sol abre un camino
En la plata nublada de estas aguas.
Es la mañana, amor mío, la noche huye,
Y en la miel de tus ojos oscurece
Y lo amargo de las sombras y de las penas.
José Saramago.
DONDE
Donde los ojos se cierran; donde el tiempo
Hace resonar la caracola del silencio;
Donde el claro desmayo se disuelve
En el aroma de los nardos y del sexo;
Donde los miembros son lazos, y las bocas
No respiran, jadean violentas;
Donde los dedos trazan nuevas órbitas
Por el espacio de los cuerpos y los astros;
Donde la breve agonía; donde en la piel
Se confunde el sudor, donde el amor.
José Saramago.
Hace resonar la caracola del silencio;
Donde el claro desmayo se disuelve
En el aroma de los nardos y del sexo;
Donde los miembros son lazos, y las bocas
No respiran, jadean violentas;
Donde los dedos trazan nuevas órbitas
Por el espacio de los cuerpos y los astros;
Donde la breve agonía; donde en la piel
Se confunde el sudor, donde el amor.
José Saramago.
EL PRIMER POEMA
Agua, blancura y luz de madrugada,
Y nardos rociados, ojos tardos,
Y lejanos regresos, lentos, vagos,
De espiral que se expande, o nebulosa.
Así diría que el mundo se creó:
Gesto llano de las manos del universo
Con perfumes y auras que presagian,
En otras manos de quimera, otro verso.
José Saramago.
Y nardos rociados, ojos tardos,
Y lejanos regresos, lentos, vagos,
De espiral que se expande, o nebulosa.
Así diría que el mundo se creó:
Gesto llano de las manos del universo
Con perfumes y auras que presagian,
En otras manos de quimera, otro verso.
José Saramago.
POEMA PARA LUÍS DE CAMOES
Mi amigo, mi asombro, mi candil,
Quién pudiera decirte estas grandezas,
Que yo no hablo del mar, y el cielo es nada
Si en los ojos me cabe.
La tierra basta donde el camino acaba,
La figura del cuerpo es la escala del mundo.
Miro cansado mis manos, mi trabajo,
Y sé, si puede un hombre saber tanto,
Las veredas más hondas de la palabra
Y del espacio mayor que, tras ella,
Son las tierras del alma.
Y también sé de la luz y la memoria,
De las corrientes de la sangre el desafío
Más allá de fronteras y de diferencias.
Y el ardor de las piedras, la dura combustión
De cuerpos golpeados como sílex,
Y las grutas del pavor, donde las sombras
De peces irreales traspasan las puertas
De la última razón, que se esconde
Bajo la niebla confusa del discurso.
Y después el silencio, y la gravedad
De las estatuas yacentes, reposando,
No muertas, no heladas, devueltas
A la vida inesperada, descubierta.
Y después, verticales, las llamaradas
Prendidas en las frentes como espadas,
Y los cuerpos alzados, manos presas,
Y el instante de los ojos que se funden
En la lágrima común. Así el caos
Despacio se ordenó entre las estrellas.
Éstas eran las grandezas que decía
O diría mi asombro, si el decirlas
Ya no fuese este canto.
José Saramago.
Quién pudiera decirte estas grandezas,
Que yo no hablo del mar, y el cielo es nada
Si en los ojos me cabe.
La tierra basta donde el camino acaba,
La figura del cuerpo es la escala del mundo.
Miro cansado mis manos, mi trabajo,
Y sé, si puede un hombre saber tanto,
Las veredas más hondas de la palabra
Y del espacio mayor que, tras ella,
Son las tierras del alma.
Y también sé de la luz y la memoria,
De las corrientes de la sangre el desafío
Más allá de fronteras y de diferencias.
Y el ardor de las piedras, la dura combustión
De cuerpos golpeados como sílex,
Y las grutas del pavor, donde las sombras
De peces irreales traspasan las puertas
De la última razón, que se esconde
Bajo la niebla confusa del discurso.
Y después el silencio, y la gravedad
De las estatuas yacentes, reposando,
No muertas, no heladas, devueltas
A la vida inesperada, descubierta.
Y después, verticales, las llamaradas
Prendidas en las frentes como espadas,
Y los cuerpos alzados, manos presas,
Y el instante de los ojos que se funden
En la lágrima común. Así el caos
Despacio se ordenó entre las estrellas.
Éstas eran las grandezas que decía
O diría mi asombro, si el decirlas
Ya no fuese este canto.
José Saramago.
ALZO UNA ROSA
Alzo una rosa, y todo se ilumina
Como no hace la luna ni el sol puede:
Serpiente de luz ardiente y enroscada
O viento de cabellos que se mueve.
Alzo una rosa, y grito cuantas aves
El cielo colorean de nidos y cantos,
En el suelo golpeo la orden que decide
La unión de los demonios y los santos.
Alzo una rosa, un cuerpo y un destino
Contra la fría noche que se atreve,
Y con savia de rosa y con mi sangre
Perennidad construyo en vida breve.
Alzo una rosa, y dejo, y abandono
Cuanto me duele de penas y de asombros.
Alzo una rosa, sí, y oigo la vida
En el cantar de las aves en mis hombros.
José Saramago.
Como no hace la luna ni el sol puede:
Serpiente de luz ardiente y enroscada
O viento de cabellos que se mueve.
Alzo una rosa, y grito cuantas aves
El cielo colorean de nidos y cantos,
En el suelo golpeo la orden que decide
La unión de los demonios y los santos.
Alzo una rosa, un cuerpo y un destino
Contra la fría noche que se atreve,
Y con savia de rosa y con mi sangre
Perennidad construyo en vida breve.
Alzo una rosa, y dejo, y abandono
Cuanto me duele de penas y de asombros.
Alzo una rosa, sí, y oigo la vida
En el cantar de las aves en mis hombros.
José Saramago.
DI TÚ POR MÍ, SILENCIO
No era hoy un día de palabras,
Intentos de poemas o discursos,
Ni ningún camino era nuestro.
Para decirnos bastaba un acto sólo,
Y ya que en las palabras no me salvo,
Di tú por mí, silencio, lo que no puedo.
José Saramago.
Intentos de poemas o discursos,
Ni ningún camino era nuestro.
Para decirnos bastaba un acto sólo,
Y ya que en las palabras no me salvo,
Di tú por mí, silencio, lo que no puedo.
José Saramago.
INTEGRAL
Por un segundo, sólo, no ser yo:
Ser bicho, piedra, sol, u otro hombre,
Dejar de ver el mundo desde esta altura,
Pesar el más y el menos de otra vida.
Por un segundo, sólo, otros ojos,
Otra forma de ser y de pensar,
Olvidar cuanto sé, de la memoria
Nada dejar, ni saberla perdida.
Por un segundo, sólo, otra sombra,
Otro perfil en el muro que separa,
Gritar con otra voz otra amargura,
Cambiar por muerte la muerte prometida.
Por un segundo, sólo, encontrar
En tu cuerpo mudado el cuerpo mío,
Por un segundo, sólo, y no más:
Por desearte más, ya conocida.
José Saramago.
Ser bicho, piedra, sol, u otro hombre,
Dejar de ver el mundo desde esta altura,
Pesar el más y el menos de otra vida.
Por un segundo, sólo, otros ojos,
Otra forma de ser y de pensar,
Olvidar cuanto sé, de la memoria
Nada dejar, ni saberla perdida.
Por un segundo, sólo, otra sombra,
Otro perfil en el muro que separa,
Gritar con otra voz otra amargura,
Cambiar por muerte la muerte prometida.
Por un segundo, sólo, encontrar
En tu cuerpo mudado el cuerpo mío,
Por un segundo, sólo, y no más:
Por desearte más, ya conocida.
José Saramago.
APROXIMACIÓN
Ven mansamente, aérea como ala
O aroma derramado de luar,
En el ardiente rojo de una brasa,
En la ceniza blanda del mirar.
Ven en una danza alada y serpentina,
Salpicada de estrellas y visiones,
En la fuerza indolente del felino,
En el rumor del viento entre las ramas.
Ven, secreto embrujo de otro mundo,
Del que trajiste el espejo en que me veo,
Sumerjámonos los dos hasta lo hondo,
Roto ya el silencio por el deseo.
José Saramago.
AMANECER
Navego en el cristal de la madrugada,
En la dureza del frío reflejado,
Donde la voz ensordece, laminada,
Bajo el peso de la noche y el gemido.
Abre el cristal en la nube desmayada,
Huye la sombra, el silencio y el sentido
De la nocturna memoria sofocada
Por el murmullo del día amanecido.
José Saramago.
En la dureza del frío reflejado,
Donde la voz ensordece, laminada,
Bajo el peso de la noche y el gemido.
Abre el cristal en la nube desmayada,
Huye la sombra, el silencio y el sentido
De la nocturna memoria sofocada
Por el murmullo del día amanecido.
José Saramago.
METÁFORA
Traigo en las manos una caracola resonante
Donde los vientos del mar se reunieron,
Y de las manos o de la caracola murmurante,
Se esparce en colores y sonido irradiante
La belleza que los ojos te desnudaron.
José Saramago.
Donde los vientos del mar se reunieron,
Y de las manos o de la caracola murmurante,
Se esparce en colores y sonido irradiante
La belleza que los ojos te desnudaron.
José Saramago.
FINAL Y NUEVO COMIENZO
No puede ser luar esta blancura,
Ni aves aletean sobre el lecho,
Donde caen los cuerpos fatigados:
Será, de mí, la sangre que murmura,
Serán, de ti, las lunas de tu pecho:
Donde va el cansancio, renovados.
José Saramago.
Ni aves aletean sobre el lecho,
Donde caen los cuerpos fatigados:
Será, de mí, la sangre que murmura,
Serán, de ti, las lunas de tu pecho:
Donde va el cansancio, renovados.
José Saramago.
OPCIÓN
Antes arder al viento como antorcha
En un desierto de sombras y de miedos,
Que ser la dócil rima de tu mote,
Una colilla breve entre tus dedos.
José Saramago.
En un desierto de sombras y de miedos,
Que ser la dócil rima de tu mote,
Una colilla breve entre tus dedos.
José Saramago.
SONETO RETRASADO
De Marilia señales aquí quedaron,
Que todo son señales de haber pasado:
Si de flores veo el suelo alfombrado,
Fue porque del suelo sus pies las levantaron.
De la risa de Marilia se formaron
Los cantos que yo escucho deleitado,
Y las aguas que corren en este prado
De los ojos de Marilia es que brotaron.
Su rastro siguiendo, voy andando,
Sintiendo ahora dolor, ahora alegría,
Entre uno y otra la vida compartiendo:
Cuando el sol se esconde, la noche fría
Sobre mí baja, y pronto, desdichado,
Tras de Marilia corro, tras el día.
José Saramago.
BALADA
Di la vuelta al continente
Sin salir de este lugar
Interrogué a toda la gente
Como el ciego o el demente
Cuyo sino es preguntar
Nadie me supo decir
Dónde estabas o vivías
(Ya cansados de olvidar
Para morir sólo vivos
Perdían la cuenta a los días)
Tomé mi guitarra
en el umbral me senté
Con el cuenco de limosna
Con pan duro en la alforja
Desengañado canté
Quizá dijese romanzas
O cantigas de encantar
Aprendidas en las andanzas
De las escasas venturas
De quien no supo esperar
Andaban lejos tus pasos
Ni las cantigas oíste
Vivías presa en los lazos
Que hacían otros brazos
En tu cuerpo que desvestiste
Cuánto tiempo me quedé
Sangrándome allí los dedos
Cuántos ayes yo solté
De esta hambre que crié
Ni yo sé ni tú recuerdas
Pues nunca te los conté
Hasta que un día te cansaste
(Era polvo no era monte)
Otro recuerdo dejaste
Y en las aguas de esta fuente
Tu sed viniste a matar
- Oh arcada de mi puente
José Saramago.
Sin salir de este lugar
Interrogué a toda la gente
Como el ciego o el demente
Cuyo sino es preguntar
Nadie me supo decir
Dónde estabas o vivías
(Ya cansados de olvidar
Para morir sólo vivos
Perdían la cuenta a los días)
Tomé mi guitarra
en el umbral me senté
Con el cuenco de limosna
Con pan duro en la alforja
Desengañado canté
Quizá dijese romanzas
O cantigas de encantar
Aprendidas en las andanzas
De las escasas venturas
De quien no supo esperar
Andaban lejos tus pasos
Ni las cantigas oíste
Vivías presa en los lazos
Que hacían otros brazos
En tu cuerpo que desvestiste
Cuánto tiempo me quedé
Sangrándome allí los dedos
Cuántos ayes yo solté
De esta hambre que crié
Ni yo sé ni tú recuerdas
Pues nunca te los conté
Hasta que un día te cansaste
(Era polvo no era monte)
Otro recuerdo dejaste
Y en las aguas de esta fuente
Tu sed viniste a matar
- Oh arcada de mi puente
José Saramago.
ASPA
Sobre el lecho deshecho te derribo,
Donde atizas el deseo que encendí.
A la gloria de tu cuerpo, de mí, subo:
No cantan ángeles, mas del cielo bien cerca,
De un sudor de agonía recubierto,
Todo se cumple en el aspa que elegí.
José Saramago.
Donde atizas el deseo que encendí.
A la gloria de tu cuerpo, de mí, subo:
No cantan ángeles, mas del cielo bien cerca,
De un sudor de agonía recubierto,
Todo se cumple en el aspa que elegí.
José Saramago.
PLAYA
Circular, el poema te rodea:
En vueltas apretadas va cercando
Tu cuerpo tumbado en la arena.
Como otra abeja en busca de otra miel,
Del jardín los aromas olvidando,
Desliza el poema sobre tu piel.
José Saramago.
En vueltas apretadas va cercando
Tu cuerpo tumbado en la arena.
Como otra abeja en busca de otra miel,
Del jardín los aromas olvidando,
Desliza el poema sobre tu piel.
José Saramago.
INVENTARIO
De qué sedas están hechas tus dedos,
De qué marfil tus muslos lisos,
De qué alturas llegó a tu andar
La gracia de gamuza con que pisas.
De qué moras maduras se extrajo
El sabor acidulado de tu seno,
De qué Indias el bambú de tu cintura.
El oro de tus ojos, de dónde vino.
A qué mecer de ola vas a buscar
La línea serpentina de tus caderas,
De dónde nace la frescura de esa fuente
Que sale de tu boca cuando ríes.
De qué bosques marinos se soltó
La hoja de coral de tus puertas,
Qué perfume te anuncia cuando vienes
A rodearme de deseo las horas muertas.
José Saramago.
De qué marfil tus muslos lisos,
De qué alturas llegó a tu andar
La gracia de gamuza con que pisas.
De qué moras maduras se extrajo
El sabor acidulado de tu seno,
De qué Indias el bambú de tu cintura.
El oro de tus ojos, de dónde vino.
A qué mecer de ola vas a buscar
La línea serpentina de tus caderas,
De dónde nace la frescura de esa fuente
Que sale de tu boca cuando ríes.
De qué bosques marinos se soltó
La hoja de coral de tus puertas,
Qué perfume te anuncia cuando vienes
A rodearme de deseo las horas muertas.
José Saramago.
INTIMIDAD
En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,
En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,
En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.
José Saramago.
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,
En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,
En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.
José Saramago.
UNA SOLA ORACIÓN
Una sola oración hago, pero no a Dios,
Que no sé donde está, si me conoce.
A la memoria de la vida me encomiendo,
Unos dice que fatal, otros creada.
Cuando el Destino no tiene, ni Dios tendría,
Otro poder que no les fuese dado.
Hago pues una oración, y que me la escuche
La sombra que seré, resto y resumen
De cuanto hombre hizo, fue y perdió.
En un gesto ya no mío, tan sólo de abandono,
El brazo que hoy prende ha de caer.
Renazca entonces en la palma que se enfría
El recuerdo de las rosas y de los senos.
Otra herencia no queda que merezca
Que se repartan sus bienes en la eternidad.
El seno es cuanto basta, la rosa sobra
Por memoria de la vida terminada.
José Saramago.
Que no sé donde está, si me conoce.
A la memoria de la vida me encomiendo,
Unos dice que fatal, otros creada.
Cuando el Destino no tiene, ni Dios tendría,
Otro poder que no les fuese dado.
Hago pues una oración, y que me la escuche
La sombra que seré, resto y resumen
De cuanto hombre hizo, fue y perdió.
En un gesto ya no mío, tan sólo de abandono,
El brazo que hoy prende ha de caer.
Renazca entonces en la palma que se enfría
El recuerdo de las rosas y de los senos.
Otra herencia no queda que merezca
Que se repartan sus bienes en la eternidad.
El seno es cuanto basta, la rosa sobra
Por memoria de la vida terminada.
José Saramago.
domingo, 11 de enero de 2015
DECLARACIÓN
No, no hay muerte.
Ni esta piedra está muerta,
Ni muerto está el fruto que ha caído:
Les da vida el abrazo de mis dedos,
Respiran en la cadencia de mi sangre,
Del aliento que los ha tocado.
También un día, cuando esta mano se seque,
En la memoria de otra mano perdurará,
Como la boca guardará callada
El sabor de las bocas que ha besado.
José Saramago.
Ni esta piedra está muerta,
Ni muerto está el fruto que ha caído:
Les da vida el abrazo de mis dedos,
Respiran en la cadencia de mi sangre,
Del aliento que los ha tocado.
También un día, cuando esta mano se seque,
En la memoria de otra mano perdurará,
Como la boca guardará callada
El sabor de las bocas que ha besado.
José Saramago.
COMPENSACIÓN
Camino de palabras voy abriendo,
Al corazón de las cosas apuntado.
Mas no me pesará el desencanto
Si, en el punto en que se detenga mi arado,
Romo en la piedra que la muerte haya lanzado,
Pudiera aún, con los ecos de este canto,
Del corazón de las cosas apartado,
Mover un corazón, si valgo tanto.
José Saramago.
Al corazón de las cosas apuntado.
Mas no me pesará el desencanto
Si, en el punto en que se detenga mi arado,
Romo en la piedra que la muerte haya lanzado,
Pudiera aún, con los ecos de este canto,
Del corazón de las cosas apartado,
Mover un corazón, si valgo tanto.
José Saramago.
EN EL SILENCIO DE LOS OJOS
¿En qué lengua se dice, en qué nación,
En qué otra humanidad se ha aprendido
La palabra que ordene el desconcierto
Que en este remolino se ha tejido?
¿Qué murmullo de viento, qué dorados
Cantos de ave posada en altas ramas
En sonido dirán las cosas que, callados,
Con el silencio de los ojos confesamos?
José Saramago.
En qué otra humanidad se ha aprendido
La palabra que ordene el desconcierto
Que en este remolino se ha tejido?
¿Qué murmullo de viento, qué dorados
Cantos de ave posada en altas ramas
En sonido dirán las cosas que, callados,
Con el silencio de los ojos confesamos?
José Saramago.
EN VIOLÍN, FADO
Pongo las manos en tu cuerpo musical
Donde aguardan adormecidos sones.
En silencio comienzo, que presiente
La brusca irrupción del tono real.
Y cuando el alma ascendiendo canta
Recorriendo la escala de los sentidos,
No miente el alma ni el cuerpo miente.
No es culpa nuestra si la garganta
Enronquece y se calla de pronto
En crudas disonancias, en crujidos
Exasperantes de acorde errado.
Si en el silencio en que la canción desfallece
Otro tono se insinúa, recordado,
No tarda en extinguirse, enmudece:
Si fado es lo que canta, el violín se calla.
José Saramago.
Donde aguardan adormecidos sones.
En silencio comienzo, que presiente
La brusca irrupción del tono real.
Y cuando el alma ascendiendo canta
Recorriendo la escala de los sentidos,
No miente el alma ni el cuerpo miente.
No es culpa nuestra si la garganta
Enronquece y se calla de pronto
En crudas disonancias, en crujidos
Exasperantes de acorde errado.
Si en el silencio en que la canción desfallece
Otro tono se insinúa, recordado,
No tarda en extinguirse, enmudece:
Si fado es lo que canta, el violín se calla.
José Saramago.
DE PAZ Y DE GUERRA
En la mano serena que en un gesto de ola
En estatua musical modela el aire.
En la mano torcida que en un frío de hielo
La pared del tiempo con hondos gritos raya.
En la mano de fiebre que en un sudor de llama
En cenizas va volviendo cuanto toca.
En la mano de seda que en caricia de ala
Hace abrir los sueños como fuentes de agua.
En tu mano de paz, en tu mano de guerra,
Si ya nació amor, la pena anida.
José Saramago.
En estatua musical modela el aire.
En la mano torcida que en un frío de hielo
La pared del tiempo con hondos gritos raya.
En la mano de fiebre que en un sudor de llama
En cenizas va volviendo cuanto toca.
En la mano de seda que en caricia de ala
Hace abrir los sueños como fuentes de agua.
En tu mano de paz, en tu mano de guerra,
Si ya nació amor, la pena anida.
José Saramago.
PESADILLA
Hay un terror de manos en el alba,
Un rechinar de puerta, una sospecha,
Un grito que horada como una espada,
Un ojos desorbitado que me espía.
Hay un fragor de fin y de derrumbe,
Un enfermo que rompe una receta,
Un niño que llora medio ahogado,
Un juramento que nadie acepta,
Una esquina que salta de emboscada,
Un trazo negro, un brazo que repele,
Un resto de comida masticada,
Una mujer golpeada que se acuesta.
Nueve círculos de infierno tuvo el sueño,
Doce pruebas mortales que vencer,
Pero nace el día, y el día recompongo:
Tenía que ser, amor, tenía que ser.
José Saramago.
Un rechinar de puerta, una sospecha,
Un grito que horada como una espada,
Un ojos desorbitado que me espía.
Hay un fragor de fin y de derrumbe,
Un enfermo que rompe una receta,
Un niño que llora medio ahogado,
Un juramento que nadie acepta,
Una esquina que salta de emboscada,
Un trazo negro, un brazo que repele,
Un resto de comida masticada,
Una mujer golpeada que se acuesta.
Nueve círculos de infierno tuvo el sueño,
Doce pruebas mortales que vencer,
Pero nace el día, y el día recompongo:
Tenía que ser, amor, tenía que ser.
José Saramago.
ESPACIO CURVO Y FINITO
Oculta conciencia de no ser,
O de ser en un estar que me transciende,
En una red de presencias y de ausencias,
En una fuga hasta el punto de partida:
Un cerca que es tan lejos, un lejos aquí.
Un ansia de estar y de temer
La semilla que de ser se sorprende,
Las piedras que repiten las cadencias
De la ola siempre nueva y repetida
Que en este espacio curvo de ti viene.
José Saramago.
O de ser en un estar que me transciende,
En una red de presencias y de ausencias,
En una fuga hasta el punto de partida:
Un cerca que es tan lejos, un lejos aquí.
Un ansia de estar y de temer
La semilla que de ser se sorprende,
Las piedras que repiten las cadencias
De la ola siempre nueva y repetida
Que en este espacio curvo de ti viene.
José Saramago.
LABERINTO
En mí te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En en largo pasillo de las puertas falsas.
De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flota, en la memoria que regresa.
En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.
En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz del sol, los pasos justos?
En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.
José Saramago.
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En en largo pasillo de las puertas falsas.
De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flota, en la memoria que regresa.
En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.
En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz del sol, los pasos justos?
En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.
José Saramago.
EN ESTA ESQUINA DEL TIEMPO
En esta esquina del tiempo es donde te encuentro,
Oh nocturna ribera de aguas vivas
Donde los lirios abiertos adormecen
El dolor de las horas corrosivas.
Bogando entre las márgenes de tus brazos,
Los ojos en las estrellas de tu pecho,
Doblo la esquina del tiempo que resurge
Del móvil cuerpo de agua en que me echo.
En la secreta matriz que te modela,
Un pez de cristal suelta delirios,
Y como otro sol se cierne, brillando,
Sobre el agua, las márgenes y los lirios.
José Saramago.
Oh nocturna ribera de aguas vivas
Donde los lirios abiertos adormecen
El dolor de las horas corrosivas.
Bogando entre las márgenes de tus brazos,
Los ojos en las estrellas de tu pecho,
Doblo la esquina del tiempo que resurge
Del móvil cuerpo de agua en que me echo.
En la secreta matriz que te modela,
Un pez de cristal suelta delirios,
Y como otro sol se cierne, brillando,
Sobre el agua, las márgenes y los lirios.
José Saramago.
NO ESCRIBAS POEMAS DE AMOR
¿Por qué, Rainer María? ¿Quién le impide
Al corazón amar, y quién decide
Las voces que en el verso se articulan?
¿Qué nos impone la gallina ciega
De sumar infinito a infinito?
La tan larga escalera que subiste
Se ha roto en el vacío, cuando la sombra
Del Otro en los peldaños se repartía.
Al vértigo aéreo de tu vuelo
Opongo yo la dimensión del paso,
Terrestre soy, y de este ser terrestre,
Hombre me digo hombre, poemas hago.
José Saramago.
Al corazón amar, y quién decide
Las voces que en el verso se articulan?
¿Qué nos impone la gallina ciega
De sumar infinito a infinito?
La tan larga escalera que subiste
Se ha roto en el vacío, cuando la sombra
Del Otro en los peldaños se repartía.
Al vértigo aéreo de tu vuelo
Opongo yo la dimensión del paso,
Terrestre soy, y de este ser terrestre,
Hombre me digo hombre, poemas hago.
José Saramago.
A TI REGRESO, MAR
A ti regreso, mar, al sabor fuerte
De la sal que el viento trae hasta mi boca,
A tu claridad, a esta suerte
Que me fue dada de olvidar la muerte
Aun sabiendo que la vida es poca.
A ti regreso, mar, cuerpo tendido,
A tu poder de paz y tempestad,
A tu clamor de dios encadenado,
De tierra femenina rodeado,
Cautivo de la propia libertad.
A ti regreso, mar, como quien sabe
De esa tu lección sacar provecho.
Y antes de que la vida se me acabe,
De toda el agua que en la tierra cabe,
En voluntad tornada, armaré el pecho.
José Saramago.
De la sal que el viento trae hasta mi boca,
A tu claridad, a esta suerte
Que me fue dada de olvidar la muerte
Aun sabiendo que la vida es poca.
A ti regreso, mar, cuerpo tendido,
A tu poder de paz y tempestad,
A tu clamor de dios encadenado,
De tierra femenina rodeado,
Cautivo de la propia libertad.
A ti regreso, mar, como quien sabe
De esa tu lección sacar provecho.
Y antes de que la vida se me acabe,
De toda el agua que en la tierra cabe,
En voluntad tornada, armaré el pecho.
José Saramago.
NO ME PIDAN RAZONES
No me pidan razones, no las tengo,
O daré cuantas quieran: bien sabemos
Que razones son palabras, todas nacen
De las mansas falsedades que aprendemos.
No me pidan razones para entender
La marea rebelde que me llena el pecho.
Mal en este mundo, mal con esta ley:
No hice yo la ley ni el mundo acepto.
No me pidan razones, o que las disculpe,
De este modo de amar y destruir:
En la más oscura noche es donde amanece
El color de primavera, el provenir.
José Saramago.
O daré cuantas quieran: bien sabemos
Que razones son palabras, todas nacen
De las mansas falsedades que aprendemos.
No me pidan razones para entender
La marea rebelde que me llena el pecho.
Mal en este mundo, mal con esta ley:
No hice yo la ley ni el mundo acepto.
No me pidan razones, o que las disculpe,
De este modo de amar y destruir:
En la más oscura noche es donde amanece
El color de primavera, el provenir.
José Saramago.
OTOÑO
No es ahora verano, ni me regresan
Los días indiferentes del pasado.
La primavera errada se ha escondido
En un pliegue del tiempo arrugado.
Es todo cuanto tengo, un fruto solo,
Bajo el calor de otoño madurado.
José Saramago.
Los días indiferentes del pasado.
La primavera errada se ha escondido
En un pliegue del tiempo arrugado.
Es todo cuanto tengo, un fruto solo,
Bajo el calor de otoño madurado.
José Saramago.
NEGOCIO
Cuanto en mí es oro no se vende.
El resto despreciado, con el oro,
Se lo he de dar a quien de oro entiende.
José Saramago.
El resto despreciado, con el oro,
Se lo he de dar a quien de oro entiende.
José Saramago.
ROMEO A JULIETA
Me voy, amor, mas dejo aquí la vida,
Al calor de esta cama que abandono,
Arenas dispersas que fueron dunas.
Si la noche se hizo día, y con la luz
El negro alejamiento se interpone,
La sombra de la muerte nos reúna.
José Saramago.
Al calor de esta cama que abandono,
Arenas dispersas que fueron dunas.
Si la noche se hizo día, y con la luz
El negro alejamiento se interpone,
La sombra de la muerte nos reúna.
José Saramago.
HASTA EL FIN DEL MUNDO
Ya es tiempo, Inés, el mundo acaba
En que el amor fue posible y urgente;
La promesa tallada en esa piera,
O se cumple hoy, o todo miente.
José Saramago.
En que el amor fue posible y urgente;
La promesa tallada en esa piera,
O se cumple hoy, o todo miente.
José Saramago.
SARCASMO DE DON JUAN EN EL INFIERNO
¿Contra mí, Don Juan, qué puede el infierno,
Qué puede el cielo y todo cuanto hubiere?
Ni Dios ni el diablo amaron nunca
Con ese amor que une hombre a mujer:
De pura envidia premian o castigan,
En lo demás, que crea quien quiera.
José Saramago.
Qué puede el cielo y todo cuanto hubiere?
Ni Dios ni el diablo amaron nunca
Con ese amor que une hombre a mujer:
De pura envidia premian o castigan,
En lo demás, que crea quien quiera.
José Saramago.
LAMENTO DE DON JUAN EN EL INFIERNO
Del cielo no temí las amenazas
Cuando de la tierra las leyes desafié:
El lugar de los castigos está aquí,
Del cielo nada conozco, nada sé.
El cilicio del Diablo no me ciñe,
Ni la merced de Dios aquí me sigue:
La llama más ardiente es la que finge
Este olor de mujer que me persigue.
José Saramago.
Cuando de la tierra las leyes desafié:
El lugar de los castigos está aquí,
Del cielo nada conozco, nada sé.
El cilicio del Diablo no me ciñe,
Ni la merced de Dios aquí me sigue:
La llama más ardiente es la que finge
Este olor de mujer que me persigue.
José Saramago.
ORGULLO DE DON JUAN EN EL INFIERNO
Bien sé que para siempre: donde caí
No hay perdón o letra de rescate.
Mas fui, cuando viví, la sal de la tierra,
La flor azul, el cetro de escarlata.
Aquí, aun condenado, no he olvidado,
Ni muerto estoy siquiera: vuelvo a ser yo,
En la sangre de mujer que, ardiente, pide
Ese modo de amar que fue el mío.
José Saramago.
No hay perdón o letra de rescate.
Mas fui, cuando viví, la sal de la tierra,
La flor azul, el cetro de escarlata.
Aquí, aun condenado, no he olvidado,
Ni muerto estoy siquiera: vuelvo a ser yo,
En la sangre de mujer que, ardiente, pide
Ese modo de amar que fue el mío.
José Saramago.
INVENCIÓN DE MARTE
Madrugadas de plata sobre campos
De nunca vistas hierbas, donde el
viento
Pasa de largo y manso, en un
silencio
De esmeraldas eternas. Movimiento
De danza o de luz purificada.
Lentos canales de Marte que me
invento
En mi habla humana condenada.
José Saramago.
BARRO DIRÉIS QUE SOY
Barro diréis que soy, si todo al
hombre
Otra fisonomía imprime cuando el
tiempo
Se demora en el rostro que
retoca.
Pero en el barro resiste el filo
frío
Donde sangra, venganza de mortal,
El pulgar de Dios que me ahoga.
José Saramago.
CATEDRAL VIEJA DE COIMBA
Aquí donde estas piedras
martilleadas
En forma de conjuro y de
trampilla,
De estatuas y columnas
disfrazadas,
La luz me prometieron, con el
pan.
Aquí, donde el silencio más
profundo
Bajo el paso del hombre se tornó:
Ni primero aquí hubo ni segundo,
Fue Dios llamado aquí y no habló.
José Saramago.
A UN CRISTO VIEJO
Si puedes cuanto dices, Cristo
viejo,
De carcoma mordido, despreciado,
Cubierto de polvo que envenena
De negrura la llaga en tu
costado.
Si puedes cuanto dicen, quien te
cree
O en esa creencia te lleva
maltratado,
Puedes hacer ahora lo que no osan
Los que fingen de amor y de
sagrado.
Viene a ser esta misa de otra
ley,
La comunión de Cristo y del
pecado:
He aquí la fe del poeta que se
enfrenta
A tu pasmo de dios desafiado.
José Saramago.
A LOS DIOSES SIN FIELES
Quizá la lluvia lenta, la hora
oscura,
O esta soledad no resignada.
Quizá la voluntad que se recoge
En la tarde que cae sin remedio.
Finjo en el suelo marcadas las
rodillas,
Y mi imagen dibujo en penitencia.
A los dioses sin fieles invoco y
rezo,
Y pregunto a qué vengo y lo que
soy.
Prudentes y en silencio oyen los
dioses,
Sin un gesto de paz o de rechazo.
Entre las manos lentas va pasando
La criba del tiempo irrecusable.
Una sonrisa, al fin, pasa furtiva
Por sus rostros de humo y polvo
hechos.
En las bocas resecas brillan
dientes
De roer carne humana desgastados.
Tan sólo la sonrisa recompensa
El cuerpo arrodillado en que no
estoy.
Anochece por fin, los dioses
muerden,
Con sus dientes de niebla y de
verdín,
La respuesta que al labio no
llegó.
José Saramago.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)